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Basta de fabricar maquinas
La muerte del futbolista Santiago Morro García aviva el debate sobre las exigencias extremas a los deportistas.
Santiago Morro García tenía 30 años. Jugador exquisito e ídolo indiscutido en Godoy Cruz de Mendoza y el Club Nacional de Fútbol de Uruguay se suicidó en las últimas horas provocando un estupor absoluto en el ambiente del fútbol y engrosó de esta manera la triste lista de deportistas que han tomado la decisión de quitarse la vida.
Solo pasaron un par de años de aquel «Morro» goleador y pretendido por decenas de clubes. Ese que llevó a lo más alto al Tomba, lo hizo jugar torneos internacionales y pelear palmo a palmo con los «grandes equipos» del fútbol argentino.
Pero detrás de todo ese «éxito», pasaban cosas. Muchas cosas. Problemas personales, engaños en su entorno, los famosos «amigos del campeón», las exigencias de tener que rendir a como dé lugar sin que se tome en consideración como ese ídolo transcurría sus horas afuera de las canchas y como punto culmine la imposibilidad de ver a su hija desde hace un tiempo debido a la pandemia.
Ese combo fue fatal y el suicidio llegó en la madrugada del sábado luego de años de no encontrar respuestas a una enfermedad tabú en el mundo del fútbol.
Una enfermedad que según el estudio realizado por FIFpro, el sindicato internacional de futbolistas profesionales, cuatro de cada diez jugadores (38 por ciento) sufren depresión o problemas psicológicos y que para Jonas Baer-Hoffmann, secretario General de FIFPro Europa: «El discurso público en torno a la salud mental en el deporte de elite está cambiando, y los atletas se encuentran en primera línea para mejorar el modo en que la sociedad aborda estas cuestiones de salud de elevada incidencia».
Aunque aclara: «Es alentador, pero al mismo tiempo, la mayoría de los jugadores no recibe todavía todo el apoyo que precisa».
El sitio web Argentina Dorada, realizó una encuesta distribuida a 480 atletas de 69 deportes, en la que participaron 232 mujeres y 248 hombres. Los números resultan estremecedores, 4 de cada 10 revelaron sufrir de ansiedad: «Un total de 22% admitió sufrirla en la actualidad, y otro 18% en el pasado. Este porcentaje de 40% representa más del doble que en el caso de la población general de acuerdo al estudio de 2018 antes mencionado».
Morro García mismo lo detalló: «No somos robots, no estamos hechos de acero. Nos pasan cosas y eso hace que el rendimiento no sea el óptimo. Son cosas que no se saben, pero cuando uno las vive de adentro, todo tiene un por qué».
Las presiones desde la Infancia
Los deportistas traen consigo la carga de hacer felices a los otros. Los futbolistas, a su vez, tienen una carga aún mayor ya que supuestamente se le debe exigir más por ganar más dinero y fundamentado muchas veces en lo pasional que es el fútbol.
Tal es así que esos futbolistas deben ser desde adolescentes esclavos de los sueños inconclusos de padres, familiares y amigos. Deben generar además el dinero para que sus familias tengan un buen pasar. Conformar a dirigentes de clubes, a entrenadores, representantes, hinchas y decenas de miles de personas que no solo no preguntan cómo está la persona sino que ante la primera de cambio te descarta por no rendir lo suficiente durante dos o tres partidos.
El sistema es tan perverso que en los inicios una persona que supuestamente sabe ver «nuevos talentos» enviado por el club deseoso de nuevos recursos humanos toma una prueba de quince minutos o media hora y si en esa media hora anduviste bien, podes tener otra prueba con otros chicos de distintos puntos del país que se alojan en una pensión muchas veces hacinados o en condiciones insalubres.
Ese tortuoso día a día de entrenamientos, de exigencias, de nulo acompañamiento y de clubes que están más deseosos en generar recursos exportables para que sus balances no sean deficitarios, se olvidó que atrás de esos futbolistas hay personas, hay sueños, hay presiones y hay, sobre todo, una necesidad de que le brinden las herramientas para entender y transitar el camino de un sueño trunco. Cuando toque volver a sus pagos con el mismo bolso que habían llevado lleno de sueños a «Buenos Aires».
Y más sabiendo que las instituciones deportivas hoy tienen casi la totalidad de sus profesionales pensando en que manera exprimir al máximo las capacidades físicas de un pibe que analizando o acompañando que pasa por su cabeza o de que manera transita su día a día.
Fernando Signorini, preparador físico tuvo la grandeza en las últimas horas de explicar, en un twit, los riesgos de alimentar al sistema mostruoso que se ha generado en torno al fútbol: «Algún día tendremos q hacernos cargo de este ambiente tóxico y nefasto q hemos sabido construir. Público, periodistas, dirigentes, agentes, DT, profes y también futbolistas; educar y preparar futbolistas para la vida (y todo lo q eso implica) no para el domingo o la tapa del lunes».
El rol del los medios
Los medios de comunicación dieron la noticia y trataron de esbozar teorías de que es lo que pasaba por la cabeza del futbolista que tomó esa determinación aunque sin remediar en un detalle, solo el Morro lo sabía.
Sumergidos en programaciones de especialistas en discutir ubicados en paneles que se van modificando cada dos o tres horas, los canales deportivos aguardan al lunes para cambiar de sus prioridades los «problemas» entre dirigentes y futbolistas para hablar del Morro.
Se abrirán así programas de opinadores seriales que durante 48 hs analizarán con el ceño fruncido los porque se llega a un suicidio. Desafortunadamente estos temas solo venden ante el primer impacto de la triste noticia y en un par de días el suicidio será olvidado, así como las exigencias que deberían recaer en que las instituciones cuenten con espacios de debate, de tratamientos, de acompañamientos y de temas centrales en las personas.
Desafortunadamente esas exigencias no tendrán el efecto deseado porque muchas veces son temas que se los considera un «gasto» de dinero innecesario,
De hecho, hasta el ex futbolísta Óscar Ruggeri desestimó en plena cámara y debate televisivo la influencia de la psicología en su compañero Sebastián Vignolo mientras un coro de aplaudidores y compañeros reía y lo vitoreaba.
En donde no esta el estado, se aprovecha el mercado.
Alejado por completo de las acciones y prevenciones, el estado se ha encargado de ser un simple observador de estas problemáticas. No acciona. No propone. No legisla.
Sumergido en escasos trabajos a largo plazo y nulas campañas de concientización, desde la Secretaría de Deportes no se ha puesto el foco en como esas personas durante veinte años de sus vidas tienen que darle alegrías al otro y en el mientras tanto o luego de la finalización de su carrera padecen diversas problemáticas de qué hacer ante la ausencia de ese «éxito».
¿El estado debe tener un rol más activo?, sin dudas que si.
Las cabezas de los que ejecutan las políticas deportivas deben pensar en masivas campañas de concientización que traten el problema de raíz. en las infancias.
El ministerio de Turismo y Deportes y la Secretaría se han transformado en meros comunicadores de entregas de subsidios, de reuniones con algún otro ministerio y de viajes a provincias para mostrar que se preocupan y ocupan por los déficit de infraestructura del «interior» del país.
Fueron y son valiosos los cursos de género que se multiplicaron en el 2020, aunque también hay que considerar que aquellos que no hacen el curso probablemente no se enteren cuales son los protocolos de acción ante esas hipotéticas problemáticas de género.
Lo pedíamos hace algunos meses con los abusos sexuales en el mundo del deporte luego de que un entrenador de voley abuse a dos de sus deportistas. Nada cambió.
Se puso el ojo luego del suicidio de Julio César Toresani, poco cambió.
Hoy el tratamiento inmediato para los deportistas es necesario casi tanto como campañas masivas en clubes, en medios de comunicación y en cada espacio deportivo para cambiar el foco de las exigencias reinantes y que no hicieron más que transformar al deporte en general y al fútbol en particular en un mero espectáculo que se aplaude al triunfador y se denosta al perdedor.
El trabajo es de fondo. Poner el ojo en lo actual y en las próximas generaciones es una necesidad.
El mercado y los grandes clubes con centenares de empleados no se va a regular por si mismo. El estado tiene que imponer nuevas normas para que aquellos pibes que «no llegan» y para que esos adultos que llegaron sepan que el deporte es simplemente una profesión, un medio de vida.
Ayer fue Mirko Saric, fue Sergio Schulmeister, fue Julio César Toresani, fue el Morro García. Fueron decenas, centenares, miles, centenares de miles los que padecieron no «llegar a ser».
Los grandes monstruos que alimentan a diario un sistema perverso no pueden seguir jugando su juego .
Después de décadas en la que los medios de comunicación, marcas de la industria del deporte, estados ausentes, representantes que piensan en como acrecentar sus arcas y demás actores que lastiman y solo piensan en el show, los pibes tienen que saber y entender que no son máquinas, que no los tienen que obligar a serlo y que en definitiva la fama es puro cuento.