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Argentino de Rosario y cuando decir NO es un acto revolucionario
Luego de ser bastardeadas por la dirigencia, las integrantes del fútbol femenino de Argentino de Rosario se negaron a seguir jugando y expusieron la realidad que se padece en varias instituciones.
2 de agosto, 6 AM. Argentina acaba de caer 2-0 contra Suecia en una Copa del Mundo que sirvió para demostrar que se le puede hacer frente a cualquier rival.
5 de agosto. Las jugadoras de AFA del fútbol femenino del Club Argentino de Rosario sacan vía instagram un comunicado ejemplar en el que evidencia la falta de acompañamiento de la dirigencia y determinan no continuar representando al club en las competencias de Primera B.
En el comunicado, explican que la determinación se da luego de haber «trabajado durante dos años y medio como verdaderas profesionales, independientemente de no percibir un sueldo», y haber «dejado al club en lo más alto peleando dos finales de campeonato y ascensos; generando reconocimiento para la institución en el fútbol femenino de la ciudad y el país».
A su vez, detallan que «En los últimos meses, nosotras las propias jugadoras, nos encargamos de organizar rifas, vender pizzas, buscar sponsors y pedir subsidios a la Municipalidad con el objetivo de ir sosteniendo las condiciones básicas para seguir siendo el equipo competitivo que siempre fuimos».
Dos realidades distintas, pero no tanto. El desarrollo del fútbol femenino en el país aún es incipiente y el de las dirigencias aún más.
El esfuerzo que deben padecer día a día las jugadoras es inhumano. Tan solo algunas instituciones son modelo de organización y el resto de los clubes, miran con recelo los derechos que se merecen sus equipos.
En ese sentido, el comunicado expresa lo que viven muchas jugadoras: «Realizamos nuestros conjuntos de ropa para poder representar correctamente a la institución; varias veces debimos pagarnos la comida cuando nos tocaba viajar a otras provincias; estudios médicos que corrían por nuestra cuenta, viáticos a jugadoras pendientes. Como si todo esto fuera poco, alquilamos nosotras mismas un predio para entrenar ya que la cancha no podemos utilizarla demasiado para ‘no arruinarla, ya que al masculino lo televisan’, como nos dijeron».
La AFA, pese al nombramiento de la abogada Paula Ojeda como «gerenta» del departamento de Equidad y Género poco exigió a los clubes para que se le den condiciones dignas a cada plantel.
Ojeda, también encargada del área de Género en Vélez Sarsfield, tan solo fue la organizadora de un par de charlas. Nada nuevo bajo el sol dirigencial que se transformó en un conjunto de reuniones en las que se deja algún concepto, alguna promesa, las fotos de rigor y el posteo en las redes sociales.
La trampa a la que fue sometido cada plantel luego del gran anuncio de «profesionalización» solo sirvió para que las dirigencias plagadas de hombres se escuden en una supuesta revolución de la que eran parte y hasta responsables.
«Si quieren seguir jugando sáquense el equipo, pónganse unas calzas y vayan a buscar sponsor» fue la respuesta de los dirigentes de Argentino de Rosario a dos de las jugadoras, una respuesta digna de otros tiempos y que muestra la cabeza que se tienen en algunas dirigencias dinosaurias.
Luego de la derrota contra Suecia, Juli Cruz, expresó una autocrítica: «Tenemos que ser más profesionales, entrenar el doble para poder competir con estas selecciones, tenemos que cuidarnos en todos los aspectos, no solamente lo físico. En las comidas, en el descanso, ser más profesionales y así vamos a poder competirle a estas selecciones».
La autocrítica puede ser justa, aunque ampliando el panorama, ¿Los clubes dan las herramientas para que esa profesionalización se lleve a cabo?.
El ser profesional, tener una buena alimentación, un buen entrenamiento, un buen descanso es caro y para pocas. Un porcentaje alto de jugadoras hoy tienen que tener una segunda o tercera activiidad y luego de ésto van, entrenan y juegan los domingos.
Y ésta multiplicidad de profesiones es responsabilidad de las dirigencias, desde la AFA hasta los clubes. Porque ésta renuncia va en la misma línea que la muerte de Juliana Gómez, muerte que permitía pensar en que era el momento para que el fútbol femenino y masculino se unieran pidiendo por condiciones dignas -y profesionales- para las jugadoras y que no solo no pasó sino que el show tuvo que continuar.
La renuncia masiva del plantel es resultado de la desidia y la falta de profesionalismo de los dirigentes. Es una buena noticia que hayan futbolistas con ovarios que se les planten a los dinosaurios que aún transitan por nuestros clubes y que de una buena vez por todas deben darse cuenta que el fútbol femenino llegó para quedarse y que la igualdad debe respetarse.
Hasta tanto ésto no ocurra, las jugadoras de Argentino de Rosario demostraron que hay un límite y que decir NO es un acto revolucionario.