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Dejar de repudiar, empezar a accionar
Los repudios no alcanzan, llegó la hora de imponer las reglas del juego
El estado debe dar un golpe sobre la mesa y desde la Secretaría decir presente en problemáticas como la surgida en la última semana relacionada a los mensajes racistas de los jugadores del seleccionado argentino de rugby Guido Petti, Santiago Socino y el capitán Pablo Mattera en los diversos posteos que hicieron en la red social twitter.
Ya no alcanza con ser un comentarista de lujo y encausar desde la cordialidad las inconductas que tienen los deportistas. Inconductas que tienen un peso, que sirven de ejemplo y que cambia a chicos y adolescentes.
El golpe sobre la mesa, debería ser definitivo. Es hora de imponer con reglas del juego diversas normativas que provocarían que mensajes como los leídos en la semana dejen de ser gratuitos y no tengan sanción alguna.
Esa gratuidad también tiene el mensaje de que digas lo que digas, todo estará bien y no se tendrá sanción. Que hagas lo que hagas, todo pasa y cuando las generaciones venideras ven que todo pasa, hasta las peores acciones, no son vistas como tales.
Porque además esas tribus impenetrables y plagadas de rosqueos políticos que son las dirigencias, provocan que cada deporte funcione como un microclima en el que no se animan a sancionar por lo que puede decir el público afín y por consiguiente carece de un tratamiento serio.
Para muestra, tenemos como se manejó la Unión Argentina de Rugby que urgido y avergonzado por los mensajes racistas suspendieron de inmediato a los tres jugadores y 48 hs. más tarde a esa suspensión la dejaron sin efecto debido a la presión de los jugadores, de los dirigentes y de los hinchas del rugby.
El rugby no es el problema. Es probado que son más las acciones transformadoras que tiene para bien que las que tiene para mal. Como sucede con todos los deportes.
Los valores, el compañerismo y la «pasión» que pregona ese microclima rugbier, no es mayor ni menor al que tienen otros deportes en el que un grupo de personas se alista para practicar un deporte. El Hockey tiene valores, compañerismo y necesita pasión para ser practicado. El fútbol también. El Basquet lo mismo. El Handball igual. El Rugby, no es más ni menos que cualquiera de estos deportes y las enseñanzas que deja probablemente sean las mismas que cualquier otro deporte de conjunto.
«Hablé con el presidente de la UAR, me preocupa muchísimo, pero no es nuevo. La medida puede ser ejemplar y la toman atinadamente, pero el problema es mucho más profundo. La solución no viene solo con este castigo. Merece una mirada mucho más amplia», destacó en una entrevista radial a Futurock el Ministro de Turismo y Deportes Matías Lammens entre semana.
Inés Arrondo, Secretaria de Deportes de la Nación, mientras tanto, expresó su «preocupación y dolor por los mensajes discriminatorios expresados, a través de las redes sociales, por varios jugadores de nuestra selección nacional de rugby hace un tiempo atrás».
Ya no alcanza con hablar. Con expresar preocupación para la tribuna.
Los cursos que se brindan desde la secretaría aportan, pero probablemente se quedan cortos si no hay reglas del juego claras y concretas que pongan los puntos sobre las íes en este tipo de acciones.
Pasa con la violencia racial con la que se manejaron estos rugbiers, pero también pasa cuando hay un caso de abuso sexual. O cuando hay dopings reiterados en determinadas disciplinas. Y tantos otras situaciones. El ministerio o la secretaría, mientras tanto, se queda en una actitud de comodidad y solo repudian en los micrófonos.
Ese ministerio y secretaría debería empezar a tener una actitud más activa. Debería tener primero un debate, luego un reglamento y después un cuerpo formado que haga cumplir ese reglamento.
Las palabras o los accionares no deben ser gratuitos y para que eso suceda el máximo organismo regulador del deporte no puede mantener una actitud de panelista de tv. Debe ser quien ordene, organice e imponga las reglas del juego.