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Sacar a los clubes de la obsecuencia

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Para la transformación, los dirigentes deben disociar el apoyo e ideología personal de la obsecuencia.

Repensar la política deportiva nacional trae consigo rupturas, incomodidades y la necesidad de modificar las prioridades personales para que el sentimentalismo partidario pase a segundo plano y se pidan respuestas sobre las soluciones urgentes.

Es una tarea encomiable y compleja, pero absolutamente central. Quedó demostrado en los diversos procesos presidenciales que las críticas, pedidos de cambios y modificaciones son claves y que la obsecuencia muchas veces es un enemigo invisible que provoca mas dolores de cabeza que alegrías.

El diálogo existente entre la Secretaria de Deportes y los clubes de barrio, por caso, puede ser valioso y constructivo, aunque a la hora de analizar de manera exhaustiva no encontramos una acción transformadora que se haya originado en este último año.

Además, el diálogo puede ser constructivo, puede ser alentador, pero los pedidos de algunos dirigentes de clubes de barrio tuvo la misma respuesta en cada reunión «Bueno, lo tomamos». El problema surge cuando ese «Bueno, lo tomamos» queda en la nada y se evapora.

Entonces, ¿de que sirve la convocatoria al diálogo si después las respuestas serán las mismas y los cambios profundos nunca llegarán?

La crisis provocada por la Pandemia vino como anillo al dedo para patear los problemas para adelante y que se abra un paraguas impenetrable. Ese paraguas de excusas se agiganta cuando no hay ánimos de los dirigentes de ir al choque porque somos «todos compañeros».

Ahí es donde está el error clave. Se puede criticar, se puede tener otra mirada, se puede analizar y pensar en conjunto soluciones y eso no va a hacer que se modifique la ideología política.

El intento de «apertura» de aulas que se originó en Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo voces criticas. Los gremios docentes, pusieron el grito en el cielo por la peligrosidad que significaría un regreso a clases. No solamente evidenciaron la falta de tacto de la Ministra de Educación porteña Soledad Acuña sino también el beneplácito del Ministro nacional e integrante del Frente de Todos Nicolás Trotta. Las críticas fueron para propios y extraños. Para el gobierno amarillo y también para el gobierno con el que coinciden ideológicamente. Ese, debería ser el ejemplo.

Las críticas no significan que uno cambie de posicionamiento político.

La construcción de un deporte centrado en los clubes debe exceder el «compañerismo extremo» para que el ojo esté puesto en los problemas resueltos o por resolver.

Después, en las urnas o en las masivas movilizaciones, cada cual podrá expresar su ferviente pasión compañera. Mientras tanto, hay que salir de esta dinámica de «no critico para que no se enojen».

Saber separar la paja del trigo.

Repensar la política deportiva no es fácil. La planificación debe contemplar como mínimo de que manera será el deporte los próximos diez años.

En esa planificación se deben barajar las cuestiones a trabajar en el corto, mediano y largo plazo. Contemplar cuales son los derechos transformadores, cuales son los parches momentáneos, cuales son las acciones para «la tribuna». Después -o mientras tanto-, se acciona.

La necesidad imperiosa de una condonación de deudas de servicios públicos. La tarifa social. La reglamentación de la Ley 27098 de Clubes de Barrio. El registro nacional. La administía administrativa. Son apenas cinco medidas profundas a tomar y que aún con el COVID tocando la puerta se podrían haber concretado. Lo que se dice tener voluntad Política.

Esos deberían ser los reclamos coincidentes de todos los dirigentes de clubes de barrio. Esos son los centrales y transformadores.

Mientras tanto, para que esas transformaciones se concreten, para que las instituciones sean tenidas en cuenta de manera prioritaria por la Política deportiva nacional, los dirigentes deben poder disociar el apoyo e ideología personal de la obsecuencia. Porque con obsecuencia, las criticas, los debates y el cambio de raíz, nunca llegará.

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