Defensores de Fraile Pintado, el ejemplo de la burocracia que duele

El club jujeño no accede a los beneficios «históricos» que promete nación y tampoco recibe respuestas válidas desde su provincia. Un club que tiene setenta años y que no ve respuestas para mantenerse en pie.

Puertas cerradas aquí y allá. No hay respuestas. Hay excusas. Hay burocracia. Hay desgano aunque no es permitido en tiempos en los que solo queda aguantar el empellón. Y así es la historia de Defensores de Fraile Pintado, el club jujeño que en reiterados pasajes de su larga historia vivió procesos complejos y que hoy, en plena pandemia, pide una ayuda urgente del estado y el estado está ausente.

Está ausente porque le piden papeles y pese a que quieren tenerlos al día y regularizar la situación las oficinas están cerradas. Porque piensan en armar en sus instalaciones un merendero para las chicos pero los programas «históricos» lejos están de llegar y finalmente porque los mails que envían, los dirigentes a los que contactan no les dan soluciones.

Programas que deberían ser para todos y que hoy son para «algunos».

«Apenas nos enteramos de los subsidios intentamos inscribirnos pero no hemos tenido eco, hoy me enteré que en la provincia estaba otorgando a gimnasios y durante toda la mañana quise comunicarme con el secretario de deportes de la provincia, para preguntar si nosotros estábamos en el listado que pasaron a nación, pero me dijo que no», destacó Héctor Álvarez uno de los integrantes del club.

Álvarez, vio y vivió todas las etapas. Muchas las gozó, otras las sufrió. Gozó el ver como en su club se fueron incorporando niños y niñas. Así se empezó a practicar fútbol infantil masculino y femenino, básquet y ver como trabajan por los chicos pese a que ahora están parados para afrontar la droga y el alcoholismo en chicos muy jóvenes. Otras las sufrió, y las sufre. No lograr una independencia de la dirigencia política, porque a pesar que sean un club fundado el 8 de abril del 53, siempre cayó en manos de intendentes de turno que lo saquean y después queda todo tirado.

Hace 3 años, recuerda Álvarez, los changos hablaron para que él sea el reorganizador. Cuando llegó estaba todo roto. Hace algunos años, tenían un intendente que se llevó hasta las jabalinas. Hoy, ya con una nueva administración, «los changos laburantes y un grupo de personas estaban acomodando todo hasta que llegó la pandemia».

Esos changos que permiten tener una escuelita de fútbol con 150 chicos y unas 40 chicas que debido a no poder costear los gastos de indumentaria deben usar la ropa de los varones.

Y esos changos, algunos adolescentes y algunos otros adultos, son los que piensan y sueñan con poder mantenerse en pie y ser incluídos para mejorar su club y darle un espacio de comodidad a los más chicos.

Esas comodidades que corren riesgo ante las presiones de entregar las tierras y que hasta hoy en día deben someterse a la burocracia que no les permite encontrar las herramientas necesarias.

Que dicen tener programas históricos pero que ni siquiera responden un correo electrónico tal como cuentan desde el club. Que plantean exigencias cuando las urgencias son infinitamente más importantes. Con herramientas y formularios virtuales que, como el caso de Defensores de Fraile Pintado, son inaccesibles.

Porque como plantea Álvarez, con la crisis económica somos muchos los que ni siquiera podemos pagar el internet de nuestro teléfono.

Dentro del federalismo de los clubes las realidades son diversas. Las problemáticas también. Es un sistema cerrado y que solo acompaña a uno de cada diez por lo que el resto caerán. Cerrarán. Los chicos se quedarán sin espacios y como en el caso de Defensores de Fraile Pintado los objetivos y las ganas quedarán truncos por no recibir el acompañamiento que merecen.